.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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December 01, 2017

October 19, 2017

Secretos del pasado // One past secret

(Clasificación A // Rated A)

Hace algunos años, siendo yo aún adolescente, un buen amigo [Taken] me invitó, junto con otros tantos amigos, a colaborar en su magno proyecto académico; nos pidió sugerencias y opiniones para enriquecer el guión, la secuencia y el argumento, aunque ¡claro! la idea original, el talento y el producto final son plenamente suyos. Agregó, por ejemplo, entre otras cosas, un fragmento de una canción de un proyecto musical, en ese entonces vivo, del cual formaba yo parte (CL). En fin, el punto es que hizo un trabajo precioso y éste fue el resultado:

September 18, 2017

Paraíso Ganado // Paradise Gained

(Clasificación B // Rated B)

Para atender formalidades protocolarias, debería dar razón de algo ―de cualquier cosa―, lo que fuera estaría bien mientras fuese un argumento sólido conciso macizo; incluso una simple justificación de motivos resultaría adecuada o, cuando menos, atinada. Debería, también, explicar lo que habré de escribir, mas prefiero que usted lea; si gusta explicar o no, será su decisión, no la mía. Y, dado que la importancia mayor recae en su lectura y no en mi escritura, reservaré los argumentos y la estructura lógica para cuando esto llegue a sus manos (o a sus ojos... o, mejor aún, a su mente). Así, con lujo de reserva y sin sentido alguno para hacerlo de tal manera, escribiré, pues, sin razones ni explicaciones.
            Podría, quizás, acechar el manual de Eco y acertar a escribir algo que valga ―ya no la pena, sino al menos― el tiempo. No obstante la actual presunción, esto ni es una tesis doctoral ni intenta ser siquiera un ensayo semestral de licenciatura. Dedicaré, pues, nuestro tiempo (suyo y mío, respectivamente) a pensar; no al simple cálculo mental de situaciones y contextos ni a la tediosa organización de pensamientos consuetudinarios, sino al pensar en sí. Con pensar me refiero a la continua relación de ideas, tanto las fijas y clásicas como las vagas y nuevas (estas últimas, vaya, son las mías).
            Para no seguir cantinfleando y pasar directo al plagio ―y, después, al cuchareo―, habré de advertir el objetivo de la presente publicación, la cual rechaza por completo la vanidad de la crítica y la simpleza del saber. En sustancia, el único y sincero fin de escribir ―y de leer― estas palabras es constar una prueba, por nimia que ésta resulte, del pensar auténtico y, por lo tanto, del sentido inminente de las cosas ante una realidad.
            Entremos, pues, en materia.

John Milton escribe ―como escriben muchos otros― sobre la espalda avenida de Eva, sobre sus espesos muslos, sobre sus ramas lisonjeras que a cada gota de Adán van regando semillas de placer. El autor escribe como si la hubiese conocido, la describe como queriendo conocerla. Uno se pregunta si, como Beatrice Portinari para Dante Alighieri o Laura de Noves para Francesco Petrarca, Eva encumbró toda idealización femenina ―acaso divina o incluso deífica, nunca se sabe― que para John Milton representaba no ya la mujer en sí, sino el sentido orgánico del universo, el motivo inclemente de Natura o, por más simple, la absurda teodicea de Dios. En este sentido, la intermitente ignominia de Mary Powell, Katherine Woodcock y Elizabeth Minshull no inspira (ni refleja) en absoluto la imagen generadora del escritor. De pronto, pareciera que la rectilínea realidad, por más que lo intentase, no puede alcanzar las secuencias zigzagueantes de la imaginación, como si el deseo fuera un simple artilugio creativo y no una necesidad percibida.
            John Milton también escribe ―como escriben otros muchos otros― sobre el cuerpo humeante de Satán, sobre su amorfismo antropomorfizado, sobre sus pálidos lampadarios de tristeza y encono cuyos pedestales retiemblan con sendos augurios del Poeta Supremo. El autor escribe como si hubiera mutua identidad, lo describe como describiéndose a sí mismo. No obstante su genialidad, esta empatía no sólo hacia el ángel caído, sino también hacia el mal en general ―entendiendo aquí mal como ese reino de azoro y perpetuidad que plantea Milton― es una constante desde la dubitación teológica tras la invención de Dios ―ese Dios omnicomprensivo en quien creía Milton, no el Dios menesteroso en quien nosotros no creemos. Por momentos, parece que esa afición por el infierno y su maldad no germina de la inconformidad literaria, sino de un inconformismo humano por más ecuménico y, a decir de nuestra humana verdad histórica, bastante connatural e innato, casi llegando al adjetivo instintivo.
            Asimismo, John Milton, en su texto Paradise Lost, cae en constante recurrencia al uso ―por no decir al abuso― de dicotomías preestablecidas, por ejemplo Eva-Adán, Infierno-Cielo, Satán-Cristo. Algunas otras, en forma mucho más innovadora, las carga de un sentido profundo y recóndito, acaso arcano, el cual aparenta suma lejanía con respecto del significante definido (es decir ‘lo significado’ o ‘lo que se significa’, esto desde una perspectiva lingüística estructuralista Saussureana), aunque no por ello las presenta menos motivadas. Ejemplos de esto último son: Creación-Autarquía, Poder-Deber, Deseo-Lenguaje.
            Tales dicotomías están presentes a lo largo del texto de Milton, pero jamás se vislumbra cuál es el opuesto del Edén. Al parecer, Miguel conduce a nuestra estirpe hacia un páramo desolado cargado de incalculable miseria e infortunio transfinito, un llano cansado y mustio tan lleno de nada, un abyecto matusalén desvencijado tan fatigado y disperso como los dedos decrépitos del capitalismo; sin embargo, a pesar de los análisis literarios tan rigurosos ―y exagerados en el sentido de remarcar en insistente demasía tal relación de opuestos; en esencia, la exageración incide en la cantidad de ensayos dedicados a dicho asunto y en la pedantería, o fatuidad, de sus argumentos (en absoluto distantes de los míos, por cierto)―, esta campiña indómita destinada al exilio y la amargura no es el opuesto del Edén, sino sólo una excedente plétora de arrestos contra la humanidad y su futuro hado fatal nacido como resultado de la mundana batalla mas no como contraparte del campo de pelea. El Edén, en cambio, es más un concepto que un lugar, es más un qué que un dónde, es, en fin, y en suma, más idea que estado. Más allá de una consuetudinaria oposición binaria, se esculpe en tinta polícroma una triangularidad sonora entre la imagen celeste, la infernal y la rugosa atópica del Edén.
            Otro concepto que tampoco tiene opuesto en el texto de Milton es el Creador. Por ningún motivo uno debe dejarse engañar si algún incivil y descarado intenta convencernos de que el tan mentado y célebre Satanás es la antípoda antonimia de Dios. De hecho, si algún antitético adversario tuviera Lucifer, éste sería el reticente Cristo... tal vez también podría ser el apócrifo Adán... o el deshonroso Miguel... o el incorruptible Gabriel... o, incluso, hasta el réprobo pasional de Abdiel... o cualquier otro, o muchos (para mejor decir), pero no el Gerente de la Gloria. Esto último, por supuesto, a nadie le interesa; sin embargo, es inevitable notar esa ausencia de contrarios en ambos casos: Edén y Dios.
            La cuestión militar de los bandos nacionalistas ―acaso imperialistas― de los ángeles buenos contra los ángeles endemoniados ―porque no malvados―, de los esclavos contra los deportados, del sistema político bipartidista antidemocrático, no lo abordaremos por ahora ni por después ni, espero, por nunca jamás de los jamases. ¿Qué nos importa, pues, el sentido social de Milton en su obra? Tal vez mucho, por eso hay tantos ensayos y tesis en torno al tema (al tema de la dicotomía entre el bien y el mal, no al de la postura sociopolítica de John Milton), por lo que resultaría inútil, inclusive absurdo y redundante, retomar el tan gastado discurso líquido del Paraíso Perdido. Sin embargo, por razones personales y pretextos ajenos (porque, si no, nunca acabo de escribir esto), y además para compensar la evasión de ciertas temáticas, escudriñaremos a fondo la imagen aislada tanto del diablo ingente como de la concupiscente diva primigenia.

Por una parte, el sumo mandatario de las fulgurantes llamas es una proyección intelectual, sentimental, emocional, espiritual y metafísica del propio ser humano que lo conceptualiza. No atiende convencionalismos rigurosos ni entiende cualquier tipo de acuerdos sociales; en tanto sea un ímprobo acoplamiento de valores, de creencias, de juicios y prejuicios, de ideas preconcebidas, de supuestos teológicos, de opiniones infundadas, y de moralejas agrupadas en un gran mito antepuesto al orden correcto de la creación, el concepto rey de las tinieblas seguirá siendo una honda construcción individual. Este término, por cierto, tiene una carga sarcástica ―si no es que hasta irrespetuosa y vilipendiosa―, puesto que no puede ser amo y señor de la oscuridad y de las sombras si en origen él es el eminente operador de la luz, el todo hecho de brillo y beldad, el gran endiosado por el alto resplandor del cielo, la verdad y la belleza. Si algo domina mejor que la luz, es la inteligencia, sino es que éstas son la misma cosa.
            Hay un montón de literatos ―sí, la expresión es intencional, for too serious is too much, and too monolingual is too few― que comparan a Satán con el autor. ¡Novatos! ¿O he de decir ¡Ingratos irrespetuosos, desgraciados igualados!? Si Juan Milton pudiere ser comparado con sus propios personajes, él habrá de ser Dios, el Padre. Como sea, para evitar ofensas (en cualquier dirección), pasaremos por alto el criterio contextual para este análisis.
            En realidad, el decano del averno, en Milton, se acerca más a la concepción de Santo Ángel que comprende Lorenzo Partida que a la de Padre Adoptivo de Charles Baudelaire. Por un lado, el Santo Ángel de Partida es un ángel caído ―descripción directa que retoma de Milton―, ahogado en tristeza eterna, extrañando con memoria melancólica el alto cielo al cual pertenece de origen, como anciano vagabundo añorando su niñez sólo por su casa con cama limpia, comida fresca y calefacción automática y no precisamente por el desdén de su padre. El Luzbel de Partida no es émulo enemigo del Creador, ni lo odia ni lo pretende destronar; en efecto, él desea con vehemencia posarse junto a Dios y reinar a su lado, andar en universo y dimensión juntos de la mano con perfectas decisiones en armoniosa pareja, ser el cuarto ente para emparejar a la trinidad. El gran obstáculo entre ambos es el conflicto de intereses propiciado, en gran medida, por la obstinación del uno y la contumacia del otro. Por otro lado, el Père Adoptif  de Baudelaire se apega al camino del crimen desenfrenado y la perpetua villanía, es el Hereje Rebelde que propone De la Borbolla, el sado-maquiavélico primogénito del Señor quien, como Caín, no entiende ni acepta que su padre exprese preferencia por el hermano bastardo hijo de la esencia y no del saber, hijo de la carne y no del amor, hijo de mujer y no de luz. El amo subterráneo, el científico del subsuelo, en términos Baudelaireanos, es el sabio supremo... y Dios, pues, es sólo la errata inédita.
            Para Milton (como para el director mejicano Ismael Rodríguez ...comparemos aquí ―sí, aquí, en este paréntesis― a los ángeles subordinados en Paradise Lost de John Milton con los demonios infernales en Autopsia de un fantasma de Ismael Rodríguez: el dignatario de los cielos, más allá de ser creador, es regente y rector de todo ser sobre (o bajo) el universo; todo ente vivo o inanimado existente, ora en los mundos ora en los cielos ora en los infiernos, le debe sumisión, respeto y sobre todo obediencia―En Rodríguez, Dios ordena a los diablos hacer el mal; en Milton, Dios es el éter alquímico, la fragante esencia, alma intravenosa de todo ser, ánima inherente de todo cuanto habita en su vasta gloria, creación o alcance...), Satán es un cadete más en las líneas divinas, es un simple soldado raso desfilando entre las tropas celestiales, un obrero más. La característica que lo diferencia de sus compatriotas empedernidos es la insubordinación (además, agradecemos que haya sido Rodríguez y no Milton quien concibió la brillante idea de erigir un sindicato de ángeles y demonios).
            Otro interesante dato compartido (esta vez con Dante... no como acaso estará pensando de La divina commedia, sino del tan manoseado tratado de lenguas vulgares) es el lenguaje. Si, como plantea Plutón, el idioma de Satán es aquel del Pape Aleppe, no hay razón valiosa para creer que la lengua del infierno sea distinta a la del cielo, ya que todos los ángeles caídos cayeron ―valiendo poco la redundancia― del mismo cielo donde habita Dios porque antes fueron ellos mismos ángeles ―ahora sí importando lo redundante de mi redacción― y, si al caso habrá cambiado, lo que se habla es una variante dialectal un poco menos aspirada y quizá más aglutinante. Hay muchos otros detalles inquietantes que se pueden abordar (y comparar con otros autores), pero, como además ni soy bueno en esto, no sabría cómo hacerlo de manera correcta de todos modos.

Por otra parte, la mujer del Edén es una fantasía, un simple sueño, una carga inexistente de utopía traída a fuerza de esperanza y voluntad a la consciencia masculina ―porque ninguna relación tendrá con la mujer, y si la tiene, ésta será en demasía distinta a la (o las) que pueda formular ahora― cuya intención es un básico deseo animal lejano a toda racionalización de la realidad. Eva es, como expresara Jodorowsky, una idealización pura del mismo Arquitecto Supremo ―porque no de Adán― y por cuya razón se encuentra más allá de la propia divinidad del éter celestial. Adán es una copia vil del Gran Señor en todos aspectos: fisiológico, intelectual, espiritual, sentimental y metafísico. Por contrariedad, Eva es una proyección idealizada del mismo Creador: ella es todo lo que él no tiene ni es pero desearía poder alcanzar, ella es todas las cualidades que él imaginó contenidas en un sólo ser, ella es el cuerpo complejo y la mente ideal, es el ánima simple y el corazón de ensueño, es todo eso que él no pudo ser, es todas sus ambiciones vitales y todas sus expectativas existenciales, todas sus más profundas esperanzas y confusas voluntades reunidas, todas sus fantasías íntimas entremezcladas, todo lo bueno, todo lo mejor, es el mismo Dios pero sin tantos errores naturales.
            Tomemos dos puntos de comparación: 1) La Mujer de Antonio Plaza, y 2) El Hereje Rebelde de Óscar de la Borbolla. Ambos textos, como el de Milton, relatan el pasaje de los primos humanos dotados de vida, cuerpo y consciencia ―como descubre Lorenzo Partida en cierto pasaje teológico, no hay necesidad alguna para creer que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos creados por el Jefe universal, pero sí ―muy probablemente― fueron los primeros dotados de consciencia y pensamiento.
            El primero, de Plaza, establece la maravilla de Eva como algo supradivino, como algo fuera de las omniscientes manos del Alto Mandatario, alguien independiente, libre. Esta espontánea libertad de acción y pensamiento puede o no estar aprobada por el Jefe ―en realidad, eso es irrelevante―, lo importante es el hecho de ser Eva una tentación sexual y amorosa para Dios... tanto como para Adán. En esta línea, el gran pecado de la dama original no fue la sublime tentación carnal de su compañero masculino, sino la mundana tentación pasional de aquel Inmemorial Inventor que reina en los cielos. El codicioso deseo de Dios por poseer a la mujer de su propio hijo, el hombre, es tan extenso y efervescente que unos minutos después decide arremeter tremenda violación corpórea sobre María, la mujer de José. La incandescente ansia pasional hacia la joven María se torna insuficiente, puesto que el vehemente anhelo verdadero fluye con dirección a la anciana Eva. En El amor supremo de Partida sucede algo similar, con la pequeña diferencia de ser Lucifer quien hace justicia en Partida mientras que es Adán en Plaza, Rafael y Miguel en Milton ―aunque no estoy seguro de Cristo (aunque Milton es más creyente que los otros y menos individualista que nuestra generación, en realidad no sé si me escribe con esa intención pero yo prefiero leerlo con esta intención... intención y significado, o sentido, habré de decir)―, y ninguno en Jodorowsky. En el último, Dios toma a la mujer de José, después a la mujer de Adán y, al final ―como si fuera un delicioso postre chocolatoso―, a la mujer de Zacarías. La idea es que el Regente Eterno no es (o, al menos, no parece ―por ejemplo, en Milton―) un ser todo bueno y todopoderoso, sino sólo un presto gerente con la autoritaria capacidad de dar órdenes y asignar tareas a sus subordinados, mas no una gran fuerza inmortal o deidad imparable e incomparable con la cualidad omnipotente de hacerlo todo él mismo.
            El segundo, de De la Borbolla, desdibuja la belleza inalcanzable de Eva y la retrata como un ser rapaz y terrestre paralelo al macho de su especie. Eva ni es indomable ni se libra del castigo y la mirada del Gerente. La  comparable diferencia característica en este texto es la rebeldía. En sentido estricto, no es precisamente rebeldía lo que experimenta nuestra madre hembra, sino autonomía; ella es independiente, posee criterio personal, inteligencia crítica, pensamiento libre, decisión y carácter. Esto no se aleja de la Eva de Milton, pero en uno piensa y desea por sí misma ¡y lo sabe... y lo acepta! mientras en el otro piensa y desea por sí misma, pero no lo sabe sino hasta ser obsequiada con el don de la sabiduría ―nótese que, para De la Borbolla, sabiduría no es lo mismo que inteligencia y, de hecho, entendimiento y pensamiento también son distintas entre sí; en síntesis, no existen los sinónimos absolutos en el lenguaje; por tanto, el sustentante de esta publicación (o sea, yo mero) está por completo de acuerdo con dicho criterio lingüístico del autor. Para Milton, tampoco hay mayor diferencia entre el hombre y la mujer, pero para el lector de Milton ―sobre todo para el lector astuto y cuidadoso― Adán es un autómata mecanizado designado para creer que cree con libertad y, en contraparte, Eva es un ser indefinido que, en efecto, cree con total libertad.

Hay más qué decir al respecto ―¡mucho más!―, pero este escritor ya se cansó. Si gusta seguir pensando sobre este tema por su propia cuenta, ahí le dejo unas recomendaciones:

Alejandro Jodorowsky, Evangelios para sanar.
Antonio Plaza, Álbum del corazón.
Charles Baudelaire, Les fleurs du mal.
Dante Alighieri, De vulgari eloquentia.
Dante Alighieri, La divina commedia.
Ismael Rodríguez, Autopsia de un fantasma.
John Keats, The complete poetical Works and Letters.
John Milton, Paradise Lost.
John Milton, Paradise Regained.
Lorenzo Partida, El amor supremo.
Lorenzo Partida, Para mi Santo Ángel.
Óscar de la Borbolla, Las vocales malditas.
Óscar de la Borbolla, Dios también juega a los dados.
Umberto Eco, Cómo se hace una tesis.

July 17, 2017

La suma

(Clasificación A // Rated A)

Dios
Dios, padre
Dios, padre de todo
Dios, padre de todo el universo
Dios, padre de todo el universo humano
Dios, padre de todo el universo humano y nada más.

Hombre
Hombre sin rumbo
Hombre sin rumbo fijo
Hombre sin rumbo fijo ni razón
Hombre sin rumbo fijo ni razón válida
Hombre sin rumbo fijo ni razón válida para amar.

Mujer
Mujer hermosa
Mujer hermosa y perfecta
Mujer hermosa y perfecta quien no conoce
Mujer hermosa y perfecta quien no conoce a Dios
Mujer hermosa y perfecta quien no conoce a Dios ni al hombre.

July 06, 2017

Contemplativo

(Clasificación A // Rated A)

La belleza de cristal,
el mármol bajo la piel,
el ruiseñor navegante
y la cascada fiel,
al vuelo del viento,
despiertan girasoles,
amanecen lágrimas,
advierten arreboles.

La muerte fatiga los mundos,
la luna ensombrece los ríos,
el pecado habita tus labios;
y un suicida contempla feliz.

Los dioses mueren,
las diosas cantan;
tu voz y mis letras
la fantasía emanan;
eterno silencio,
perpetuo interno,
demente placer,
emulando el infierno.

Los trigos dorados de la paz
celebran su fértil fulgor;
el rugido de la pantera negra
ahuyenta del sol su agonía.

La verdad de mi consciencia
es la beldad de tu existencia.