.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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February 20, 2018

Lo que realmente quiere el Tío Sam

(Clasificación B // Rated B)

N. Chomsky en “Lo que realmente quiere el Tío Sam” nos muestra —o aún más, nos evidencia— la intención y el propósito real (acaso plan y fin) del método operacional, ya político ya militar, de Estados Unidos (EEUU) ante la guerra y/o amenaza de guerra; ante las organizaciones sociales y, sobre todo, económicas distintas a las diseñadas anteriormente por ellos mismos; ante el cambio —es decir, la transferencia— del poder y el control institucional, corporativo y gubernativo intranacional; y, entre muchas otras vicisitudes, ante la reacción colectiva frente a la constante intervención militar (y, además, política) norteamericana en asuntos plenariamente independientes e internos en países, mayoritariamente, tercermundistas.
            Para realizar una opinión crítica o comentario analítico sobre esta lectura, primero se deben entender algunas cuestiones que de pronto se vuelven complejas y crean prejuicios en el leedor —por la posición social, económica y política en que el propio lector se encuentre. En una primera leída al texto, surgen muchas confusiones y malentendidos (tal vez por la gran carga referencial que mantiene el autor y su manejo tan cuidadoso de información que requiere revisar muchas otras fuentes antes de continuar leyendo; si no bien para corroborar los datos y fundamentos, sí para comprenderlos mejor), por lo cual es imperativo [considero] aclarar, preliminarmente, ciertos puntos:
            (1) el texto no es un panfleto en contra del gobierno —ni pretende serlo—, aunque bien podría ser un recurso eficiente si se utiliza como herramienta argumentativa (y/o discursiva) a favor de grupos anti-gubernamentales o simplemente como inicial instrumento de apoyo para el estudio exhaustivo de la historia de los EEUU;
            (2) no es una novela fantástica hollywoodense que propone la existencia de una organización conspiracional del gobierno para controlar las sociedades intra e internacionales (aunque así lo parezca y aunque muchas personas en muchas ocasiones muy probablemente han pensado que esto no sólo es posible sino que también es real, no obstante, por falta de análisis o tal vez de información sólida, queda en simples especulaciones que llegan a parecer un tanto fantasiosas que se descarta la posibilidad de ser verdaderas y con ella también la investigación profunda de la premisa);
            (3) no es un texto didáctico, de enseñanza y ‘revelación’ para el lector instruido ni, mucho menos, para el ciudadano tercermundista inconforme —tal vez ni siquiera estaba pensando [el autor] en poner su libro en manos extranjeras (o, al menos, no sería el objetivo principal)—, pues parece estar dirigido rotundamente a la población estadounidense, a sus conciudadanos, y quizá también a los compatriotas residentes en países extranjeros solamente;
            (4) como en todo contenido expresado, ya de forma oral ya de forma escrita, se debe tener en cuenta el contexto cultural en el cual se encuentra el autor, en este caso: estadounidense nacido en 1928, lingüista graduado de la Universidad de Pennsylvania, político activista, psicolingüista, filósofo, e incluso novelista [por algunos considerado], etcétera —sin dejar de lado el hecho de que escribió este libro en 1992.
            Personalmente, el tema me parece muy extenso y complejo —discurro que se necesita un estudio mucho más profundo y una investigación exhaustiva para poder conjeturar juicios a partir de ello—, sin embargo, puedo emitir [si me atrevo a expresarlo] una opinión acerca del mismo —a reservas de que pudiera ser un pensamiento bastante primitivo por la falta de rudimento.
            Por un lado, como parte de una nación tercermundista, los individuos se encontrarán en total desacuerdo con los procedimientos y medidas aplicadas por el gobierno de los EEUU para mantener su hegemonía, lo cual es bastante comprensible —y, de alguna forma, correcto. Además, como lo muestra Chomsky, son ellos quienes están en constante lucha por el cambio, por la libertad, por la transferencia (o, al menos, reordenación) del poder.
            Por otro lado, siendo parte de una nación de Primer Mundo, los individuos se mostrarán indiferentes (si no es que hasta en apoyo a estos procesos político-militares), ya por el coco-wash de los medios de comunicación y la propaganda propagada por los partidarios del Tío Sam ya por el hecho de pertenecer a la nación favorecida por dichos procesos —aunque esto no llegue al sector social al que pertenezcan.
            Si es necesario, merecido o, simplemente, anhelado un cambio en la organización política y económica del globo, esto no podrá venir de las naciones dominadas por las potencias (en este caso EEUU) por las diversas razones que explica el autor en este libro, sino de las naciones que tienen el poder; y, al decir “naciones”, me refiero a la población en general —es claro que el sector que controla todo el sistema no querrá hacerlo—, pues son ellos quienes pueden colapsar el sistema desde adentro, no con violencia sino con educación (moral, académica y cognitiva) y propuestas firmes de cambio social.
            Con esto último, el autor concluye, ya que [como dije antes] su texto no parece estar dirigido más que a la misma población estadounidense; con un mensaje (acaso propuesta) final no de cambio sino de acción.

February 10, 2018

Hisopo

(Clasificación C // Rated C)

¡¡Yo no sé a quién se le ocurrió poner esos miaderos en los baños!!
Comenzaré por explicar qué cosa es eso, porque seguramente usted es mujer y tal vez jamás haya entrado a un sanitario público para hombres o quizá no tiene idea de lo que hay ahí. Si usted es hombre, pues ya los conocerá.
            Un baño público (de hombres) regularmente está muy sucio, es asquerosamente antihigiénico y apesta a coladera urbana o a tiradero de basura en tiempos de lluvia, más o menos algo así. Nunca hay papel, y cuando hay es mejor no usarlo ―no vaya a ser la de malas. Si hay jabón en el lavamanos, parece detergente lavatrastes; pero casi nunca hay. En los últimos años, han puesto dispensadores de condones: insertas una moneda de cinco pesos y la máquina arroja un condón sellado. A grandes rasgos, eso es un baño público de caballeros. Lo mejor de todo es que hay unas zanjas de aluminio ―imagínese un bebedero de caballos, pero hecho de fierro en lugar de madera o piedra― donde los gentlemen orinan. Bueno, al menos, eso es lo que he visto que hacen. Sinceramente, no estoy seguro de que sólo sirvan para eso; no sé, por ejemplo, si se puede cagar allí. En realidad, es difícil imaginar cualquiera de las dos. El nombre oficial creo que es urinario, porque se orina allí; aunque algunos lo llaman mingitorio, porque se minge ahí ―o como sea que se diga eso de la micción―; y también lo he escuchado llamar meadero, porque ahí es donde se mea. En fin, estos muebles están colocados a, cuando mucho, cincuenta centímetros del suelo, es decir, lo más alto que llegan es a las rodillas, pero incluso hay algunos que están puestos a ras del suelo.
            Piense en esto por un momento, elabore una imagen mental de lo que describiré a continuación, pero trate en serio de visualizarlo, haga su mayor esfuerzo por crearlo en su mente:

Usted entra al sanitario. Se para junto al miadero. A un lado suyo ―digamos, del lado derecho―, hay un hombre orinando. Baja la bragueta de su pantalón. Saca su pene. Orina. Mientras orina, llega otro hombre, se para a su lado izquierdo y lleva a cabo el mismo procedimiento que usted hace unos segundos. ¿Puede imaginarlo? Algún día haga lo siguiente: tome una botella con agua, colóquela a la altura de su pubis, destápela e inclínela para dejar caer el agua al suelo, simulando ser un pene orinando. Tras llevar a cabo este ejercicio, notará que siempre salpica. ¡Es lógica simple! Un líquido cayendo a esa altura siempre salpicará. Simple física. Movimiento y desplazamiento. Orinar en los miaderos provoca que se salpique los pantalones con sus propios miados; y eso ya sin pensar en los hombres que están orinando junto a usted, porque también los salpicará a ellos y ellos a usted. Así, terminará con los pantalones llenos de orines suyos y de otros; y eso, pensando en que corrió con la buena suerte de no toparse con una gota perdida (suya o de ellos) que voló y se posó en su pene o en sus testículos, o más arriba, en su playera, en sus manos, en su barbilla, en su cabello, yo qué sé; con la fuerza suficiente, podría caer en su boca o en sus ojos. Sólo piénselo.

Yo no sé a quién se le ocurrió esa idea, y tampoco sé por qué se sigue cometiendo el crimen de colocarlos en los baños públicos, y tampoco sé por qué los caballeros los usan. No, aguarde un segundo; eso sí lo sé. La verdad ―a riesgo de ganarme la antipatía de mis compatriotas masculinos (y quizá de algunas damas también)―, en Méjico, los hombres somos unos puercos asquerosos. Sí, leyó usted bien, los mejicanos somos unos cerdos, unos cochinos marranos.
            ¿Sabía usted que la mayoría de hombres no se limpia el pene después de orinar? Es cierto, no lo hacemos. Cuando mucho, se sacuden el pene. ¡Es hilarante! En serio, no estoy jugando. Parece broma, pero no lo es. Esto no es una ficción. Los caballeros, al terminar de orinar, sacuden su pene arriba-abajo como si fuera una campana o como si fuera la cosa esa que usan los curas para echar agua bendita. No se ría, es verdad. Imagínese que en una désas, una gota llega al techo y se queda suspendida ahí, luego usted entra y justo en ese momento, la gota cae sobre su cabeza.
            Jamás conocí un miadero desos en mi casa o en la casa de cualquier familiar o conocido. Para mí, es más cómodo buscar el excusado y miar sentado. Porque el que orina de pie en un retrete se arriesga a la misma cochinada.

February 01, 2018

p r o s t o p o t o l o p s o

(Clasificación X // Rated X)

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