.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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October 25, 2020

Algunos poemas de Lilitt Tagle

 (Clasificación A // Rated A)

¿Que si te amé?
 
Que lo digan las mil cartas escritas,
las horas de espera,
las comidas frías,
las noches en vela.
 
Quizá no te amé o tú no me amaste
o sí nos amamos
pero fue la espera
y los hijos que tuvimos
y las tardes sin tarde,
los recados mal entendidos,
las cartas abiertas escondidas en tu manga.
 
Pero sí te amé...
Lo sé porque me hiciste llorar
y es así como mi madre amó a mi padre
y mi abuela a mi abuelo,
con llanto y tragándose las lágrimas.
 
Te amé también, lo sé,
porque quería estar a tu lado
cada día de los que nunca estuviste
por tus compromisos,
por tus manos que no me detuvieron
cuando era menester hacerlo.
 
¿Que si te amé?
Sí, lo hice.
Pero no te amé más allá de mí misma.
 
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Desde el norte de mi pecho
 
Una estrecha vereda lleva a mi casa,
memoriosas piedras saltan,
mis manos se entusiasman,
una sonrisa de abuela
con voz de agua mansa
parece que me llamara.
 
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En señal de duelo
 
Izaré la bandera de tus huesos,
bordaré tu nombre con punto perdido
de quien ha muerto,
con lentejuela roja de pena
alhajaré nuestros recuerdos.
 
Izaré una bandera blanca sobre tu sombrero,
mis enaguas de lino,
insignia de amores no correspondidos.
 
Cuando todo concluya,
portaré esa albura
de la ósea bandera
en mi cabeza rala,
guanábana madura,
y el pañuelo ceñido
en señal de duelo.
 
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Manos
 
Cortaron tibias sus manos
cuando la luna subía
por ese camino húmedo
de relámpago y agosto.
 
Las cortaron como corta a la lluvia
un techo,
una espina,
una mujer errante en el lodo.
 
Sus labios de virgencita
supieron del agrio sabor del semen.
 
Palomas degolladas
sus dos manos sangrientas.


October 20, 2020

3 poemas de Diana del Ángel

(Clasificación A // Rated A)

Primer beso

Ya me chupó el Diablo, mamá,
ya tengo la cara rota y el estómago encharcado,
ya sentí su aliento mugre
y no podré quitármelo ni con zote ni con cloro;
ya mi beso sabrá siempre a la baba de su lengua.

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Flor de lis

Cansada de la espera
sin sol ni lluvia
florezco para mí.

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Hojalateros

Es cierto que beben. También es cierto que hablan de las mujeres como cosas, cosas que no han tenido, hay que decirlo, como un auto o una casa. Y la verdad es que es más fácil tener una mujer, aunque pobre, que una casa o un auto, aunque pobres. Tener una mujer pobre aunque sea cinco minutos, tal vez dos; tenerse en ella un momento y en tenerse en ella tenerse un poco a sí mismos o hacerse a la idea de que se tienen porque también es muy cierto que ellos no se tienen; no lo saben pero lo sienten o, más bien, no se sienten. Se sientan, eso sí, en la banqueta y escuchan en una grabadora música triste. De por sí es triste, se sabe, oír la música del acordeón pero es más triste si habla de traición o desamor o muerte, y es más triste si además se la escucha en la banqueta donde todo mundo oye y puede saber y escribir o inventar que llevas una triste vida en ti, en medio de tus pantalones grasientos, entre los callos de tus manos. Y es que es una creencia popular que ellos sienten que la calle es suya; que por eso gritan y viven allí, sin pena ni gloria, más sin gloria... quién sabe. La calle es de quien la ocupa pero ellos sólo alcanzan a ocupar una esquina y ésa sí, podría decirse casi con certeza, que es suya. Y desde ahí miran a las mujeres como cosas, a las casas como inalcanzables y a los autos como empleos.