.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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July 22, 2018

Bueno, Bonito y Barato

(Clasificación A // Rated A)

Echándome un clavado en los océanos interminables de una librería cuyo nombre no quiero difamar, encontré un libro que sería crimen y pecado no haber comprado. No lo digo por el contenido, sino por el precio.
$2.00
Sí, leyó usted bien. Dos pesitos.
El libro es "Muro de silencio" y el autor es R. Israel Miranda Salas.
Yo no estoy aquí para hacer una crítica sobre el contenido del libro, ni pretendo dar mi opinión sobre el precio del mismo. No culpo ni juzgo a quien lo haga; yo, simplemente, me abstengo de tales vicios. Empero, para que se den una idea, dejaré un texto sabrosón contenido en dicho libro.



Un poema interminable
  

Esta historia versa sobre un escritor
que reencontró la inspiración
en un restaurante de segunda.
Tenía tanto tiempo sin ejercer el oficio
que pluma y papel no figuraban ya
en su inventario.
Así que pidió prestado a una mesera
un bolígrafo acostumbrado a tomar listados
de comida imposible de digerir.

Comenzó a escribir sobre una servilleta
y pronto se quedó sin espacio,
así que tomó otra servilleta.
Cuando no hubo más servilletas
se siguió con el mantel,
y con el mantel de la mesa de al lado,
hasta que nadie más dejó
que el hermoso escritor
le interrumpiera el postre.

El propio escritor omitió el postre
y arremetió contra las cortinas,
contra las paredes,
contra el piso.
Incluso un par de meseras
terminaron con trocitos de poema
en las mejillas.

Continuó con el edificio de al lado
y también lo inundó de poema.
Igual hizo con otros edificios,
con las calles, con los puestos de periódico.
Los niños le seguían
y extendían sus manitas
para que también les dejara
un trozo de poema para llevarlo a casa
y embarrarlo en un pedazo de pan.

Yo mismo seguí al poeta en su escritura ardorosa,
dirigida siempre hacia el oriente,
para tener la mayor cantidad de amaneceres posibles.
Lo perdí de vista.
Muchos lo perdimos de vista. Escribía más
de lo que podíamos leer.

Cada tarde me siento en la banqueta
mirando hacia el poniente. Estoy seguro
de que el hermoso escritor
traerá su poema de vuelta a casa,
después de haber tatuado con él
al planeta entero.


July 10, 2018

¿Te arrepientes de algo?

(Clasificación X // Rated X)

                        Cuando muera, quiero irme al infierno
porque seguramente allí están todos mis amigos.
Esto no es un mensaje de
                        la compañía te permite soportar cualquier mal,
            sino de
                        cualquier mal es soportable, sabiendo que a ellos también se los cargó la chingada.

July 01, 2018

El Sancho del espejo

(Clasificación B // Rated B)

Al principio, uno resiste la tentación de la literatura a toda costa. Uno realmente no se interesa nunca en esta (...ehm...) cosa, pero, como todo buen escritor, seguro debes leer mucho. Leer es una actividad inútil, piensa uno. Algunas veces, el contenido es bueno, pero el verbo con toda su verborrea ―id est, la acción de leer― es muy tedioso; te quita tiempo, te quita vida, te quita hasta lo que no tienes. Lo que uno quiere de esta vida es diversión simple y sin profundidad, sin filosofía ni matemáticas. El mundo sólo sirve de entretenimiento o, en su defecto, para crear alguno. La pintura y la escultura son artes bellas, claro, para las generaciones del Renacimiento; ahora tenemos fotografía y chatarra plástica con que reemplazarlas, las cuales son mucho más soberbias por cierto. Para el caso de la literatura, ya tenemos la cinematografía; para qué leer un libro cuando puedes ver su película.
            Una vida postmoderna se resuelve fácil. Se muere mucho más fácil y con mucho menos interés que antes. Los ancianos dejaron de ser sabios; y los jóvenes, de ser idiotas. Pero siempre hay un pero y el pero de nosotros es la nostalgia añorante y la sobrevaloración ―sería pertinente, acaso, llamarla sobreestimación― de lo antiguo. Creemos que lo de hoy no es bueno, ¡y tenemos razón!; sin embargo, tampoco lo de antes lo era. De hecho, casi nada ha sido bueno, ni antes ni ahora; sólo la minoría lo es, y no sólo en el arte, sino también en todo lo demás.
            Como sea, todo el mundo te dice que estás mal. Y, para encajar o no sé para qué, te pones a leer, primero lo de antes, pero como no te gusta ―tal vez porque no es bueno, o tal vez porque sí era bueno pero ya no para la gente de hoy, como tú―, después buscas lo de hoy. Te han dicho que no juzgues un libro por su portada, pero lo haces ¡y da resultado! Así, llega a tus manos prejuiciosas un anaranjado extraño de Eduardo Osorio y te enamora con sólo ver la portada (que está atrás, por cierto). Todo el libro es una porquería, pero tiene una muy buena portada que ―piensas― da testimonio de los pequeños destellos de genialidad que debe tener el autor (o su editor, en todo caso). Pero tú no puedes escribir eso, porque él es un buen escritor y tú no, y tampoco eres crítico ni literato ni buen lector siquiera. Entonces, hay que escribir algo que no atente contra nada ni nadie... en ese caso, mejor no escribir en absoluto.
            El Tótem es un Bestiario. Por eso, te das cuenta que el escritor es bueno. Entre todos los Bestiarios, encuentras un texto que habría encantado a Monterroso: Historia familiar de la mosca. Te preguntas qué pensaría él de la sentencia “Cuando la especie humana desaparezca o evolucione, la mosca llorará por nosotros.” y te abstraes por un momento, pensando más en su opinión que en la tuya.
            Imposible virar hacia las Pildorillas de Carlos Héctor González Pugeau, también malas... ah, sí, perdón, olvido que no puedo escribir eso. Sin embargo, lo único bueno es su definición de pildorillas: “idea que contemplamos a través del ojo de la cerradura, mientras se desviste”. Te preguntas por qué los literatos no reconocen este género literario y, al instante, te respondes que es porque casi no son buenas. No te darás por vencido, ni dejarás que lo degraden, aunque ni te gusta, pero que lo respeten al menos, porque tú también eres malo para escribir (y, a la fecha, no has inventado ningún género... pues el facebook post ni lo inventaste tú ni es literario) y te gustaría que alguien te respetara, sueñas con ello; así que lo haces por ti, por tu egoísmo, por tu propia gloria, no por él ni por su obra.
            Finalmente, la encuentras. Ahí está ¡la pildorilla que podrá inmortalizar al anciano marsupial! Pero no te atreves, porque a él ya lo adoran en tu pueblo natal; es un orgullo para tu gente aunque no nació en la misma tierra. Pero en estos días, la muerte de un hombre es mucho más importante que su nacimiento, a veces incluso más que su vida misma. Ya lo decía tu abuelo: “hay viejos que no cambian y hay muertos que no mueren”.
            Recuerdas su Quijote del espejo que nunca encontraste y que no te interesa buscar porque a lo mejor y tampoco es tan bueno como aseguran sus aduladores. Distingues, entonces, que cuando la escribió tal vez no hablaba de tu libro, sino del suyo. Pero no te atreves, porque sabes que aplica para ambos ―más para el tuyo que para el de él― y no puedes abstenerte, no puedes reservar tu opinión a un simple epitafio, porque además sabes que después de todo el maldito desgraciado sí tiene razón:

• • • Hay libros que sólo sirven para leerlos. • • •