.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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August 06, 2018

Insigne invectiva

(Clasificación B // Rated B)

La figura de Walt Whitman se ha metido en mi cabeza últimamente. Lo veo en cada rostro, lo escucho en cada verbo; de pronto, creo que lo conozco o, peor aún, que él me conoce. Siento como si invadiera mis sueños y mis recuerdos; ocasionalmente pienso que es mi mejor amigo o incluso mi padre. Tal vez somos íntimos amantes, tal vez él reencarnó en mí, tal vez yo soy Walt Whitman. Tarde o temprano, uno llega a conocer por completo a todo el mundo, excepto a uno mismo.
            Irrecusablemente, un joven nicaragüense me ha descrito como un santo, patriarca y sacerdote, profeta, poeta e incluso se atreve a llamarme emperador. Me miro al espejo y no me reconozco. Tampoco el fanatismo de un joven español logra atinar un sustantivo. Él jamás lo habría creído, pero tanto como estaba enamorado de un viejo hermoso, seguramente se odiaba a sí mismo. La barba enmarañada no es de mariposas, sino de murciélagos; sólo hay que quererlo ver.
            Todo lo que se ama se repudia al mismo nivel. Yo siempre he amado mi país, su bandera, su himno, su gente, su gobierno; pero tanto como lo amo, también lo aborrezco. Casi tanto como lo odio, le temo; y casi tanto como le temo, me da lástima. ¿Por qué habría de anunciar un tiempo mejor para el futuro?
            País de hierro, dice uno; ciudad de cieno, dice el otro. La verdad, alambre y muerte es lo que hay. La verdad ambos la conocieron, pero sólo el primero tuvo las agallas de aceptar su amor, su odio, su temor y su lástima por mi nación cuando escribió a Teddy Roosevelt:

«Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!»

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