.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

Warning

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April 04, 2019

It's the Millenium

(Clasificación C // Rated C)


Confieso que he pecado... de palabra, obra y pensamiento. No me arrepiento ni me disculpo por cometer esos pecadillos, sólo los acepto y reconozco que fue mi culpa. Por mi culpa... por mi culpa... por mi gran culpa...
         ¡Nocierto! Bueno, sí; sí es cierto que he pecado ―literariamente hablando, por supuesto―, pero no es mi culpa. ¿Ha notado usted que hoy en día ya no se puede atentar contra el bienestar del mundo? ¿No le parece triste que destruir nuestro propio planeta sea un crimen no sólo legal sino también social y hasta moral? Estaría bien, claro, si las autoridades que lo promueven también atendieran a la misma causa, pero hacernos responsables ―a la gente común, me refiero― para que entre nosotros mismos nos señalemos de inconscientes y despiadados, olvidando que allá arriba hay fuerzas capitalistas verdaderamente responsables (¡culpables!) del apocalipsis cotidiano en que vivimos, es una majadería nivel Paco Stanley, o nivel Al Gore, para ser más international.
         Muchas veces he dicho, y no me cansaré de repetirlo, que estoy en contra de los Derechos Humanos. Tiene usted derecho a la vida. “¿Qué chingados?” exclamarán los más emotivos. Eso es una obviedad, es naturaleza, es y punto. Tal sentencia resulta tan absurdo como decir que los árboles tienen derecho a crecer, o que los perros tienen derecho a ladrar, o que el mar tiene derecho a estar hecho de agua. Y para colmo, no es válido sino hasta que tenga sello y firma del director en jefe, porque eso sí que sí: no tenemos derecho a vivir si no está por escrito en un documento oficial, con dos fotocopias a color por ambas caras, unidas con un clip ¡Ojo: no engrapadas!
         ¿Cómo mierda no va uno a pecar? Espérese tantito, eso suena muy anticuado. Corrijo: ¿cómo verga no va uno a pecar? No, no, no, eso tampoco suena bien. Corrijo: ¿cómo jodidos no va uno a pecar? Chale, es que esto tampoco suena muy literario que digamos. Corrijo: ¿cómo carambas no va uno a pecar? Corrijo: ¿cómo putas no va uno a pecar? Ah, ya lo tengo; disculpe usted la tardanza. Corrijo: ¿como mierda? No, va uno a pecar.
         Confieso que he pecado de palabra, obra y pensamiento. Yo no escribo como escriben muchos. Yo no escribo como se debe escribir. Yo no escribo como escriben los escritores de a de veras. Yo no escribo a media noche con una copa de vino y un cigarrillo. Yo no escribo a la luz de la luna. Yo no escribo con inspiración. Yo no escribo mis males. Yo no escribo mis tristezas. Yo no escribo mis penas. Yo no escribo mis desamores. Yo no escribo mis amores. Yo no escribo a la vida. Yo no escribo a la muerte. Yo no escribo al mar. Yo no escribo a nadie. Yo no escribo a nada. Yo no escribo porque no pueda dejar de escribir. Escribir no es mi pasión. Escribir no me relaja. Escribir no me desahoga. Escribir no me libera. Escribir no me ayuda. Yo no quiero escribir. Yo no puedo escribir. Yo no sé escribir. Yo no soy escritor.
         Yo sólo escribo.
         Yo solo escribo.
         Solo yo escribo.
         Sólo yo escribo.
         Escribo yo solo.
         Escribo sólo yo
Como la cuna de luz,
         como la tierra flotando en el mar,
                   somos la actual fantasmagoría de la verdad.
Como la negrura de la noche,
         como el pantano floreado de dragones,
                   somos la factual felonía fálica flagelando en fil al filero.
Como el purpureo encuentro de los dioses,
         como el encomio turbio de la irascibilidad,
                   somos la anhedónica resiliencia de la kalokagathía.
Verduzco intercambio de culturas
Parafernalia de progreso absoluto
Generaciones pasadas generaciones futuras
Interpolando en mi vida su sentido oculto
 y se va      
   vuela       
regresa       
 para morir…      
         Una mierda así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una chingadera así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una payasada así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una madre así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una mierda así es lo que debería estar leyendo.
         Confieso que he pecado de palabra, porque mi lenguaje no es literario, porque mi estilo no es auténtico, y porque escribo más de lo que debería. Hay más cine, música, pasos, rostros e insinuaciones en mis letras que gramática o lingüística.
         Confieso que he pecado de obra, porque cuando escribo no lo hago con sentimiento ni motivación como hacen los escritores; yo escribo con objetivo y motivo, porque para hacerlo no necesito ser escritor. Yo no escribo con inspiración; yo escribo con propósito.
         Confieso que he pecado de pensamiento, porque pienso más sobre lo que escribo, cuando debería escribir más sobre lo que pienso. Confieso que he pecado de pensamiento, porque pienso más cosas de las que escribo, cuando debería pensarlas todas y no escribir ninguna. Y también confieso que he pecado de pensamiento, por lo que estoy pensando de usted en este momento.

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