.el abc de la estupidez (publicado el 1º de marzo del 2016) es un texto sumamente inútil e inservible. Podría no existir y eso no afectaría el curso de la historia humana; o bien, podría sí existir y eso afectaría mucho menos. Como hablara Joaquín Mortiz del libro Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso, éste es “uno de los pocos libros declaradamente prescindibles de todos los tiempos”.

Puede leer y descargar el texto totalmente gratis en el siguiente link: .el abc de la estupidez

P L A G I O S es el texto que sucede a .el abc de la estupidez y fue publicado el 29 de septiembre del año 128 d. H. (después de Hitler). Este texto es un himno, un homenaje, a los grandes autores pilares tanto de mi lectura ―y, por consiguiente, de mi escritura― como de mi ideología literaria. ¡Gloria y loor a mis maestros! Aunque no estoy a la altura de tan brillantes hombres, siempre puedo rendirles tributo y gratificación. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que un gran cínico y descarado plagio?

Lea, descargue y plagie este texto en el siguiente link: P L A G I O S

HuMoRaLeJaS . . .(publicado en 2018) está más bueno, aunque también más inútil y menos simple. Este texto da evidencia del talento evolutivo humano para hacer complejas maravillas a partir de los absurdos más huecos. Si ya leyó los dos primeros libros, no lea éste; si no los ha leído, tampoco.

Link para leer y descargar el texto (aunque siempre puede ignorarlo a voluntad): HuMoRaLeJaS

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February 10, 2018

Hisopo

(Clasificación C // Rated C)

¡¡Yo no sé a quién se le ocurrió poner esos miaderos en los baños!!
Comenzaré por explicar qué cosa es eso, porque seguramente usted es mujer y tal vez jamás haya entrado a un sanitario público para hombres o quizá no tiene idea de lo que hay ahí. Si usted es hombre, pues ya los conocerá.
            Un baño público (de hombres) regularmente está muy sucio, es asquerosamente antihigiénico y apesta a coladera urbana o a tiradero de basura en tiempos de lluvia, más o menos algo así. Nunca hay papel, y cuando hay es mejor no usarlo ―no vaya a ser la de malas. Si hay jabón en el lavamanos, parece detergente lavatrastes; pero casi nunca hay. En los últimos años, han puesto dispensadores de condones: insertas una moneda de cinco pesos y la máquina arroja un condón sellado. A grandes rasgos, eso es un baño público de caballeros. Lo mejor de todo es que hay unas zanjas de aluminio ―imagínese un bebedero de caballos, pero hecho de fierro en lugar de madera o piedra― donde los gentlemen orinan. Bueno, al menos, eso es lo que he visto que hacen. Sinceramente, no estoy seguro de que sólo sirvan para eso; no sé, por ejemplo, si se puede cagar allí. En realidad, es difícil imaginar cualquiera de las dos. El nombre oficial creo que es urinario, porque se orina allí; aunque algunos lo llaman mingitorio, porque se minge ahí ―o como sea que se diga eso de la micción―; y también lo he escuchado llamar meadero, porque ahí es donde se mea. En fin, estos muebles están colocados a, cuando mucho, cincuenta centímetros del suelo, es decir, lo más alto que llegan es a las rodillas, pero incluso hay algunos que están puestos a ras del suelo.
            Piense en esto por un momento, elabore una imagen mental de lo que describiré a continuación, pero trate en serio de visualizarlo, haga su mayor esfuerzo por crearlo en su mente:

Usted entra al sanitario. Se para junto al miadero. A un lado suyo ―digamos, del lado derecho―, hay un hombre orinando. Baja la bragueta de su pantalón. Saca su pene. Orina. Mientras orina, llega otro hombre, se para a su lado izquierdo y lleva a cabo el mismo procedimiento que usted hace unos segundos. ¿Puede imaginarlo? Algún día haga lo siguiente: tome una botella con agua, colóquela a la altura de su pubis, destápela e inclínela para dejar caer el agua al suelo, simulando ser un pene orinando. Tras llevar a cabo este ejercicio, notará que siempre salpica. ¡Es lógica simple! Un líquido cayendo a esa altura siempre salpicará. Simple física. Movimiento y desplazamiento. Orinar en los miaderos provoca que se salpique los pantalones con sus propios miados; y eso ya sin pensar en los hombres que están orinando junto a usted, porque también los salpicará a ellos y ellos a usted. Así, terminará con los pantalones llenos de orines suyos y de otros; y eso, pensando en que corrió con la buena suerte de no toparse con una gota perdida (suya o de ellos) que voló y se posó en su pene o en sus testículos, o más arriba, en su playera, en sus manos, en su barbilla, en su cabello, yo qué sé; con la fuerza suficiente, podría caer en su boca o en sus ojos. Sólo piénselo.

Yo no sé a quién se le ocurrió esa idea, y tampoco sé por qué se sigue cometiendo el crimen de colocarlos en los baños públicos, y tampoco sé por qué los caballeros los usan. No, aguarde un segundo; eso sí lo sé. La verdad ―a riesgo de ganarme la antipatía de mis compatriotas masculinos (y quizá de algunas damas también)―, en Méjico, los hombres somos unos puercos asquerosos. Sí, leyó usted bien, los mejicanos somos unos cerdos, unos cochinos marranos.
            ¿Sabía usted que la mayoría de hombres no se limpia el pene después de orinar? Es cierto, no lo hacemos. Cuando mucho, se sacuden el pene. ¡Es hilarante! En serio, no estoy jugando. Parece broma, pero no lo es. Esto no es una ficción. Los caballeros, al terminar de orinar, sacuden su pene arriba-abajo como si fuera una campana o como si fuera la cosa esa que usan los curas para echar agua bendita. No se ría, es verdad. Imagínese que en una désas, una gota llega al techo y se queda suspendida ahí, luego usted entra y justo en ese momento, la gota cae sobre su cabeza.
            Jamás conocí un miadero desos en mi casa o en la casa de cualquier familiar o conocido. Para mí, es más cómodo buscar el excusado y miar sentado. Porque el que orina de pie en un retrete se arriesga a la misma cochinada.

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