(Clasificación C // Rated C)
Confieso
que he pecado... de palabra, obra y pensamiento. No me arrepiento ni me
disculpo por cometer esos pecadillos, sólo los acepto y reconozco que fue mi
culpa. Por mi culpa... por mi culpa... por mi gran culpa...
¡Nocierto! Bueno, sí; sí es cierto que
he pecado ―literariamente hablando, por supuesto―, pero no es mi culpa. ¿Ha
notado usted que hoy en día ya no se puede atentar contra el bienestar del
mundo? ¿No le parece triste que destruir nuestro propio planeta sea un crimen
no sólo legal sino también social y hasta moral? Estaría bien, claro, si las
autoridades que lo promueven también atendieran a la misma causa, pero hacernos
responsables ―a la gente común, me refiero― para que entre nosotros mismos nos
señalemos de inconscientes y despiadados, olvidando que allá arriba hay fuerzas
capitalistas verdaderamente responsables (¡culpables!) del apocalipsis
cotidiano en que vivimos, es una majadería nivel Paco Stanley, o nivel Al Gore,
para ser más international.
Muchas veces he dicho, y no me cansaré
de repetirlo, que estoy en contra de los Derechos Humanos. Tiene usted derecho
a la vida. “¿Qué chingados?” exclamarán los más emotivos. Eso es una obviedad,
es naturaleza, es y punto. Tal
sentencia resulta tan absurdo como decir que los árboles tienen derecho a
crecer, o que los perros tienen derecho a ladrar, o que el mar tiene derecho a
estar hecho de agua. Y para colmo, no es válido sino hasta que tenga sello y
firma del director en jefe, porque eso sí que sí: no tenemos derecho a vivir si
no está por escrito en un documento oficial, con dos fotocopias a color por
ambas caras, unidas con un clip ¡Ojo: no engrapadas!
¿Cómo mierda no va uno a pecar?
Espérese tantito, eso suena muy anticuado. Corrijo: ¿cómo verga no va uno a
pecar? No, no, no, eso tampoco suena bien. Corrijo: ¿cómo jodidos no va uno a
pecar? Chale, es que esto tampoco suena muy literario que digamos. Corrijo:
¿cómo carambas no va uno a pecar? Corrijo: ¿cómo putas no va uno a pecar? Ah,
ya lo tengo; disculpe usted la tardanza. Corrijo: ¿como mierda? No, va uno a
pecar.
Confieso que he pecado de palabra, obra
y pensamiento. Yo no escribo como escriben muchos. Yo no escribo como se debe
escribir. Yo no escribo como escriben los escritores de a de veras. Yo no
escribo a media noche con una copa de vino y un cigarrillo. Yo no escribo a la
luz de la luna. Yo no escribo con inspiración. Yo no escribo mis males. Yo no
escribo mis tristezas. Yo no escribo mis penas. Yo no escribo mis desamores. Yo
no escribo mis amores. Yo no escribo a la vida. Yo no escribo a la muerte. Yo
no escribo al mar. Yo no escribo a nadie. Yo no escribo a nada. Yo no escribo
porque no pueda dejar de escribir. Escribir no es mi pasión. Escribir no me relaja.
Escribir no me desahoga. Escribir no me libera. Escribir no me ayuda. Yo no
quiero escribir. Yo no puedo escribir. Yo no sé escribir. Yo no soy escritor.
Yo sólo escribo.
Yo solo escribo.
Solo yo escribo.
Sólo yo escribo.
Escribo yo solo.
Escribo sólo yo
Como
la cuna de luz,
como la tierra flotando en el mar,
somos la actual fantasmagoría
de la verdad.
Como
la negrura de la noche,
como el pantano floreado de dragones,
somos la factual felonía
fálica flagelando en fil al filero.
Como
el purpureo encuentro de los dioses,
como el encomio turbio de la
irascibilidad,
somos la anhedónica
resiliencia de la kalokagathía.
Verduzco
intercambio de culturas
Parafernalia
de progreso absoluto
Generaciones
pasadas generaciones futuras
Interpolando
en mi vida su sentido oculto
y se va
vuela
regresa
para morir…
Una mierda así es lo que debería estar
escribiendo. Corrijo: una chingadera así es lo que debería estar escribiendo.
Corrijo: una payasada así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una
madre así es lo que debería estar escribiendo. Corrijo: una mierda así es lo
que debería estar leyendo.
Confieso que he pecado de palabra,
porque mi lenguaje no es literario, porque mi estilo no es auténtico, y porque
escribo más de lo que debería. Hay más cine, música, pasos, rostros e
insinuaciones en mis letras que gramática o lingüística.
Confieso que he pecado de obra, porque
cuando escribo no lo hago con sentimiento ni motivación como hacen los
escritores; yo escribo con objetivo y motivo, porque para hacerlo no necesito
ser escritor. Yo no escribo con inspiración; yo escribo con propósito.
Confieso que he pecado de pensamiento,
porque pienso más sobre lo que escribo, cuando debería escribir más sobre lo
que pienso. Confieso que he pecado de pensamiento, porque pienso más cosas de
las que escribo, cuando debería pensarlas todas y no escribir ninguna. Y
también confieso que he pecado de pensamiento, por lo que estoy pensando de
usted en este momento.
No sé qué pensar...
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