XI
Cristina Peri Rossi
Ninguna palabra nunca
ningún discurso
—ni Freud, ni Martí—
sirvió para detener la
mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra
escrita
en el margen en la
página en la pared
sirve para aliviar el
dolor de un torturado,
la literatura tiene
sentido.
— — — — — — — — — —
Un poema como una bala
Julio E. Miranda
Un poema como una bala
no tiene nunca su
eficacia
aunque logre imitar su
silbido.
Un poema como la lluvia
lo más que hace es
dejarte
ridículamente mojado.
Un poema como el amor
llega siempre demasiado
pronto
o demasiado tarde.
Escribirás de nuevo
un poema
como un poema.
— — — — — — — — — —
Botella al mar
Mario Benedetti
Pongo estos seis versos
en mi botella al mar
con el secreto designio
de que algún día
llegue a una playa casi
desierta
y un niño la encuentre y
la destape
y en lugar de versos
extraiga piedritas
y socorros y alertas y
caracoles.
— — — — — — — — — —
Nada
Julia de Burgos
Como la vida es
nada en tu filosofía,
brindemos por el
cierto no ser de nuestros cuerpos.
Brindemos por la
nada de tus sensuales labios
que son ceros
sensuales en tus azules besos;
como todo azul,
quimérica mentira
de los blandos
océanos y de los blancos cielos.
Brindemos por la
nada del material reclamo
que se hunde y se
levanta en tu carnal deseo;
como todo lo
carne, relámpago, chispazo,
en la verdad
mentira sin fin del Universo.
Brindemos por la
nada, bien nada de tu alma,
que corre su
mentira en un potro sin freno;
como todo lo
nada, buen nada, ni siquiera
se asoma de
repente en un breve destello.
Brindemos por
nosotros, por ellos, por ninguno;
por esta siempre
nada de nuestros nunca cuerpos;
por todos, por
los menos; por tantos y tan nada;
por esas sombras
huecas de vivos que son muertos.
Si del no ser
venimos y hacia el no ser marchamos,
nada entre nada y
nada, cero entre cero y cero,
y si entre nada y
nada no puede existir nada,
brindemos por el
bello no ser de nuestros cuerpos.
— — — — — — — — — —
Lástima que seas tan
chica
José Manuel Villegas
Es tu edad lo que me
duele, no tu sangre.
Es tu risa limpia la que
me embriaga.
Son tus manos firmes
incansables;
tus miradas lodo, agua y
muerte.
Son tus bellos ojos de
Matices.
Son tus labios rojos de
ansiedades.
Es tu pelo inmenso
embravecido.
Son tus dedos malos
implacables.
Son las tardes que no
estarás conmigo,
son la edad y el tiempo
los culpables,
no besar tu boca, tus
ciudades,
no tomar tu mano ni tu
abrigo.
Es sentir tristeza
transparente,
es soñar con cosas
imposibles,
sonreír tus labios,
dulce niña,
frasco de mujer, de niña
Cancer.
No tenerte será más bien
perderte.
Perderte no me mata, me
conmueve;
soñar inerte con
tenerte, como un ave.
Mujer serás después…
Será muy tarde.
— — — — — — — — — —
Yo es tú
Ulalume González de León
No sé
cuando estoy solo
cuál de los dos no está
ni si alargo hacia ti o
hacia mí los brazos.
— — — — — — — — — —
Inesperado
Lorenzo Partida
Deshaciéndome en elogios
tuve esa maravillosa
oportunidad:
tus glúteos turgentes y
suaves.
Mi cabeza giraba a 500
vueltas por segundo
con los ojos fuera de
las órbitas…
Mi peor enemigo
fue el teléfono.
(Barrabás quería decirme
que no fue muerto.)
— — — — — — — — — —
La cebolla
Wislawa Szymborska
La cebolla es otra cosa.
Ni siquiera tiene entrañas.
Es cebolla enteramente al
más cebolloso grado.
Por fuera tan cebolluda,
cebollina de raíz;
puede escrutarse por
dentro sin ningún remordimiento.
En nosotros todo
extraño, apenas de piel cubiertos
y una anatomía violenta,
terror de la medicina;
en la cebolla, cebolla y
no intestinos torcidos.
Desnuda repetidamente y
similar hasta el fin.
Un ser sin
contradicciones, criatura muy bien lograda.
En una cebolla hay otra,
en la grande una pequeña
y así, sucesivamente, una
tercera, una cuarta.
Una centrípeta fuga, un
eco cantado a coro.
A la cebolla la
entiendo: el mejor vientre del mundo.
Sola se rodea de
aureolas y para su propia gloria.
A nosotros, grasas y
nervios, secreciones y secretos,
se nos ha denegado la
idiotez de lo perfecto.