(Clasificación A // Rated A)
«Nuestras leyes,
por desgracia, no son conocidas por todos; son un secreto de un grupo pequeño
de aristócratas que nos domina. Estamos convencidos de que estas viejas leyes
se cumplen con rigor pero es algo molesto ser regido por leyes que no se
conocen. No hablo aquí de las diferentes maneras de interpretarlas ni de las
desventajas resultantes cuando sólo individuos, y no todo el pueblo, pueden
participar en su interpretación. Esas desventajas no son, tal vez, tan grandes.
Las leyes son tan antiguas, siglos han trabajado en su interpretación, que
también esta interpretación se ha convertido en ley. Aunque se mantienen todas
las libertades posibles de interpretación, subsisten de una manera muy
limitada. Además, aparentemente, la aristocracia no tiene ningún motivo para
dejarse influir por su interés personal en nuestro perjuicio cuando ejerce su
labor interpretativa, pues las leyes fueron desde un principio promulgadas en
favor de la aristocracia; así, la aristocracia permanece al margen de la ley y,
por eso mismo, parece que la ley hubiese sido entregada exclusivamente a las manos
de la aristocracia. En todo ello hay sabiduría pero también una fuente de
tormento para nosotros, aunque tal vez eso sea inevitable.»
En el Karaoke
Literario de hoy, compartimos el corazón y la grandeza creativa de Franz Kafka
(1883 – 1924), soñador y sueñero, entregado a las labores del pensamiento, el
análisis y la razón.
«Un filósofo solía
ir a donde los niños jugaban. Veía a uno de ellos que tenía una peonza y se
ponía al acecho. Apenas giraba la peonza, el filósofo la perseguía para
cogerla. Creía que el conocimiento de una pequeñez, por ejemplo de una peonza
girando, bastaba para alcanzar el conocimiento general. Por eso mismo no se
ocupaba de los grandes problemas, pues le parecía antieconómico. Si realmente
llegaba a conocer la pequeñez más diminuta, entonces lo habría conocido todo;
así que se dedicaba exclusivamente a estudiar la peonza.»